Cuando al finado Moyita le dijeron que el papa de Nirsa, la mujer con la que luego se casaría, era un mataor de toros, pasó varios días asustado, pensándolo muy bien. Pero, se preguntaba, si en Arenas no había una plaza de toros, ¿donde hacia su faena Valentín Hernández?, además, un hombre tan chiquito y flaquito, no se lo imaginaba en un traje de torero, arreando el capote,… haciendo una verónica. Todavía como Jockey. ¿Sera que fue en otros tiempos?. Un hombre como este podría resultar peligroso para pedirle la mano de la hija con la que deseaba casarse. El, que no era de este pueblo, debía tomar las precauciones necesarias. Después, supo que había mal entendido. Si, Valentin era un mataor de Toros, pero en el matadero Municipal de Cumanacoa. Chiquito, flaquito y todo tenía una estrategia bárbara. Se colocaba cerca del costado del toro y le asestaba por debajo la mortal y certera puñalada trapera en el corazón. Una sola bastaba para que el toro cayera fulminado como por un rayo. De todas maneras.- pensó Moyita.- este era un hombre de cuidado.
Velentin era padre de tres hermosas muchachas, Rosa, Eliana y Nirsa, esta última de una belleza exótica. Los muchachos se mataban por vigilarla cuando iba a hacer pis en el baño del bar los cocos por un agujerito que daba precisamente al bidel, donde se sentaban las féminas de frente a los ociosos voyeuristas, siendo ella la favorita del público juvenil, compitiendo con Moña.
También Valentin tenia dos hijos, uno de ellos llamado Circaris, de profesión maestro de una Escuela en un centro poblado llamado Monte Oscuro, que quedaba a muchas horas de camino del pueblo. Cuando incluyeron la especialidad de deporte, el deporte que les daba Circaris a los muchachos era natación. Se los llevaba para el rio a pescar y hacer sancochos.
Resulta que Circaris un día acompañó a su padre Valentín, muy temprano en la madrugada, a la Medicatura de Arenas porque se sentía muy mal. Llegó Valentin de primerito a la sala de espera, envuelto en una sabana, que cubría su pequeño y flácido cuerpecito. Se sentó a esperar la consulta con el Doctor Palomo. Famoso este no nada más por su sapiencia sino también por sus ocurrencias.
El Dr, Palomo siempre se paraba un poco tarde, ya que sufría de insomnio y que por lo general atendía pacientes de madrugada.
Para prepararse para el trajín del día, se tomó su guarapito y se fue para la Medicatura.
Pasa el Dr Palomo por la sala de consulta que como siempre estaba atiborrada de pacientes. Antes de entrar al consultorio se fija en Valentin, su amigo, se devuelve y le pregunta: ¿y qué haces por aquí Valentín, que tienes,…que te sientes?. Valentin todo aquejumbrado le cuenta,.. Doctor Palomo, desde hacen días tengo un malestar de cuerpo, … me duelen todos los huesos. A lo que el Doctor Palomo le respondió con una de sus salidas: Pero que mas te va a doler Valentin si tú no tienes carne ni para una hayaca, … si eres puro hueso.
A Valentín, lo que faltaba de chiquito y flaquito, le sobraba de calentón, se paró arrechísimo y se largo para su casa. Después, lo vería el Doctor Palomo en su domicilio, cuando ya le había pasado la rabieta.
Chamino
Se encontraba Alfredo balanceando la reposada pea, sobre la tela de una hamaca amarrada a dos matas de coco, después de los buenos tragos de la mañana. Cerca de él, a la orilla de Playa Colorada, estaban tres profesionales de la docencia, un físico, un matemático y un Biólogo, muy bien instalados en una mesa echándose sus palos. Discernían viendo el infinito mar. El biólogo comentaba que el mar era uno solo, con diversos ecosistemas… y le pregunta a sus colegas: ¿Cuantas latas de agua salada tendrá el mar?. El matemático dice que la tierra pesa 5,975 mil trillones de toneladas, Un trillón es 1.000.000.000.000.000.000. Si a ello le restamos el 25% de masa terrestre, el otro 75% es de agua, y como una lata de esas de pintura contiene 3, 75 litros, pues haciendo la conversión tenemos una cantidad astronómica, pero como ven se puede calcular. El Biólogo objeta que eso no es así porque la evaporación, el deshielo, el llenado de los ríos, la lluvia, todo eso influye. A lo que el físico responde, que todo es relativo, …al final tenemos el mismo mar, que es uno solo. Y esa discusión pasan un buen rato, hasta que se agrega Chamino a la conversa, se presenta con su nombre, y les dice que el si sabe cuantas latas de agua salada tiene el mar. Los profesores perplejos, se ven las caras y piensan para si. ¿Cómo este hombre con cara de iletrado que a lo mejor ni siquiera se leyó el libro de coquito, puede tener la respuesta. Incrédulos, conminan a Chamino a que les diga, a lo que el responde: primero bríndenme una Zulia. ¡Okey!. Fue la respuesta al unisonó del trió de profe. ¡Erasto!, grita Chamino, tráeme una Zulia. Cuando termina de degustar la fría media jarra, los profesores impacientes le increpan: ¡y bien sr. Chamino!. A lo que él, dándose la gran bomba al fin les respondió. ¡Pues, una sola lata!. Alfredo, hijo de Chamino, que había seguido la conversación sin perderse ni un detalle exclamó: ¡ Carajo paito y de que tamaño es la lata!. Chamino riéndose ante la cara abochornada de los docentes, le replicó: Del tamaño del ancho y hondo mar mijo.
Ya decía Saramago, en su discurso cuando recibió el premio Nobel de literatura: El hombre más sabio que el había conocido era su abuelo, que no sabía leer ni escribir, que no es el caso de Chamino, pero sirva la similitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario