Cuando Carmen Nina de Palomo, en compañía de su esposo, iba a visitar a su padre que vivía en Cua, Estado Miranda, algunas veces no se llevaba a los hijos mayores porque estos, principalmente los dos primeros, sabían defenderse y hacer de todo. Les dejaba suficientes provisiones para los días que estarían fuera. Los muchachos eran unos modelos, decía la gente del pueblo. Sabían hacer muchas cosas, del oficio de hogar, que la mayoría de los muchachos no hacían, porque todavía imperaban los prejuicios machistas de la época.
Erase una vez que se quedaron ellos solos. Invitaron para que los acompañara a Nelson, uno de los hermanos Villafranca. Entre los abastecimientos que tenían había un cartón de huevos y muchas papas. Los hermanos Villafranca (Ana, Cruz Antonio, Nelson, Segilfredys, Gilme y Andres José) siempre han sido buenos por la boca. Los varones estaban acostumbrados a que su mama Yaya, siempre les guardara la comida, si no habían llegado a la hora. El almuerzo y la cena juntos si tal era el caso de ausencia. Pero si uno de ellos llegaba primero, se tragaba la de él y la de sus otros hermanos si se las habian guardado, por una razón simple de ociosidad y no de glotonería. Esta mala costumbre obligaba a todos, y rara vez alguno de ellos, estaba ausente de la mesa.
Nelson Villafranca, reconocido además como uno de los comelones del pueblo, acompañó esa primera noche a los hijos de Nina. Ya en casa de sus amigos, abrió la nevera y vio el cartón de huevos y las papas. El era un matopollero. Buscó una olla grande, le colocó todo el cartón de huevos, y lo completó con papas, puestas a sancochar en agua suficiente. La sorpresa de los muchachos anfitriones era grandilocuente. Se sentaron a conversar y a esperar. Cuando las papas y los huevos estuvieron cocidos, apenas los hijos de Nina probaron dos huevos y unas papas y se llenaron. Sin embargo Nelson se dio todo el atracón. No dejó nada. Tal eran sus ganas y la costumbre de su casa.
A la hora de irse a la cama Nelson casi se muere de una embolia por la aventación, y no dejó dormir a los muchachos con los efluvios, no solo porque eran constantes sino también por lo podrido. El primer peo que se tiró lo escucharon hasta los vecinos, quienes creyeron que había estallado la Estación de gasolina que quedaba cerca.
En estos días, Tito y su madre Nina se fajaron en solucionar unos cuantos cangrejos que tienen en la casa. Entre los equipos que desfilaron se cuentan los globuster: un trio especializado en destapar cañerías. El mandamás del grupo, tenía las manos tan ásperas que podía trabajar en un taller de latonería y pintura, y lijar un carro con las manos peladas. El último equipo que los visitó, de una terna seleccionada, que hizo muchas reparaciones necesarias, se cuenta entre ellos a Rafael, un hombre fornido, que en los 4 días que trabajó, casi se come la mata de mango y eso que los platos de comida que les servía doña Nina eran tan grandes que fácilmente le hubiesen llenado todos las barrigas a una vaca. Pues resulta que a Rafael no lo saciaba nada ni nadie. Supieron después, ya en la conclusión del trabajo y la despedida, que este gladiador era un campeón mundial. Se había ganado el premio al mejor comelón en la últimas ferias del Peñon. Se comió 17 perro calientes, un pollo asado y se tomó seis litrones, todo esto de una sola sentada. Dice el, que solo le cayó mal, la salsa picante tabasco.
Retrotrayéndonos al pasado, si Rafael hubiese sido Nelson, se hubiese comido todos los huevos pero de dinosaurio acompañados posiblemente de un saco de patatas, y como aperitivo un balde de limon con papelón.
¡Bon appétit!.
MUY BUENA LA RETROSPECTIVA DE ESOS GLOTONES DE MARCA MAYOR PERO EN ESA CATEGORIA NO PODEMOS OLVIDAR, AUNQUE DE OTRA GENERACION, A FELO QUE EN SU MOMENTO DEJO SIN HAMBURGUESAS Y PERROS CALIENTES A TODO EL PUEBLO DE ARENAS CUANDO LLEGABA AL PUESTO DE MERCEDES LIMPIO ANTES QUE CUALQUIERA . . . SALUDOS PRIMO
ResponderEliminar