sábado, 19 de octubre de 2013

¿LO REVENTÓ?

A la bodega de Andrés Zerpa, en la calle candelaria del pueblo de Arenas,   llegó un día un sujeto extraño  con cara de pocos amigos. Un hombre alto, fornido, exhibiendo una gruesa cadena  y pulsera de oro. El  porte infeliz del pobre rico.  De entrada, sin dar las buenas tardes, le pidió a Andrés Zerpa en una forma enérgica y destemplada ¡un refresco! Los clientes, se voltearon a verlo; algunos se intimidaron,  y otros se molestaron pero,  aguantaron callados sintiéndose sobrecogidos ante la imponente figura del recién llegado. Andrés Zerpa, siempre atento, y para evitar mayores problemas, lo atendió primero para complacerlo,  ignorando el refunfuño de los demás clientes.  Buscó en la nevera congeladora y le destapó un refresco  friito,  bañado en nieve, que le puso en el mostrador. El fulano, al instante,  le recriminó: ¿Yo le pedí acaso una Coca Cola ?.  Andrés Zerpa, con su reconocida agilidad mental le respondió: ¡No, pero usted pidió un refresco!. El candidato lo miró de arriba abajo despectivamente, luego aceptando el refresco,  se tomó la fría Coca Cola de un solo trago. Se aguantó la cabeza dando un sonoro bufido,  a causa del dolor y del  frio que se le fue a las sienes y la mollera. Pasado el  gélido momento  lanzó tremendo eructo que duraría como un minuto. Orgulloso de su grosero acto miró a todos con desprecio, de arriba abajo, como si nada,  y seguidamente gritó bien duro a los presentes: ¡aquí en este pueblo lo que hay es cobardes!.  Ramón Corioco, hombre honesto, chiquito, fuerte y valiente,  viendo y oyendo  a este hombre impertinente y buscapleitos,  que lo tenía  hasta la coronilla,  no lo pensó ni dos veces y le soltó tremendo zarpazo al rostro sin lograr atinarle. Fue el único golpe que tiró porque el forastero le dio cuatro zipotazos,   sacándolo  a patada limpia de la bodega; y así lo llevó hasta casa del padre de Elianita,  que queda como a 5 casas más allá.
Gracias a la policía y los vecinos  que intervinieron, no mata a Ramón Corioco.
Por supuesto a quien se llevan preso con toda su oposición, bravura y rezongadera,  es al forastero.
Ramón Corioco regresa a la Bodega de Andrés Zerpa y le dice ¡lo reventé!.  Andrés Zerpa boquiabierto le responde: ¿Como que lo reventaste?. Si te dejó vuelto trizas. Mira cómo estás de arrastrado,… la boca rota…  y con los ojos morados.  Ramón Corioco, que había mantenido  el puño cerrado, lo abrió y le enseñó la cadena y el crucifico de oro  que se le habían quedado en su mano en el  único garrotazo que lanzó;  y  le ripostó entonces  a Andrés Zerpa ¿lo reventé o no lo reventé?.

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