Ya el día de las fiestas de Arenas esta a las puertas. Me había propuesto como homenaje entregar ese día un cd que contiene una selección de cuentos relacionados con personajes de los pueblos hermanos y morochos de arenas y rio arenas. No se si podre cumplir aunque la selección y revisión esta hecha por mi amigo Lic. Rubén Guerra, Coordinador de publicaciones de la udo núcleo de sucre. Como muestra les dejo este cuento de marcolina.
marcolina
Nene
y Tito, los primeros de siete hermanos, por lo cercano de la edad de ambos (apenas
un año de diferencia) compartían muchas cosas: ropa, zapatos, juegos, juguetes,
patines… sueños, deseos, alegrías, peleas, discusiones, pescozones, cogotazos,
regaños… hasta las responsabilidades del hogar. Tanto se apreciaban que su
abuelo Pedro, carpintero de profesión, les hizo un escritorio morocho. A esas
edades de muchachos, de sueños y deseos compartidos, había uno que anhelaban en
común… y un día de improviso se les cumplió. La llegada de Marcolina a su casa,
traída de la mano de su padre, representó para ellos una alegría infinita.
Ella, de nombre insólito, estaba dotada de ciertos atributos originales que la
hacían diferente y deseada por los demás. No se sabe con certeza quién de los
dos fue el primero que estuvo íntimamente con ella. El disfrutar de su compañía
era lo máximo. Salir con Marcolina a pasear por el pueblo de día o en las
noches recibiendo el aire en el rostro, era fantástico. Ir abrazados de compras
a la bodega era un encanto. Este amor dividido no duró eternamente porque, por
ley natural, Nene y Tito pretendían tenerla para sí. Si a ella la hubiesen
puesto a escoger entre sus dos atentos novicios y adorados amantes, posiblemente
no sabría a quién elegir, entre estos ejemplares de “buenos muchachos”. Al fin,
lo que se esperaba venir. Llegó el amargo día. Sabiendo ya los pretendientes de
este amor imposible (que no sabe lo que quiere, ni puede escoger) decidieron,
sin peleas inútiles, en un acuerdo tácito, portarse con ella con una
indiferencia total. Tampoco se conoce quien
de los dos fue que la dejó al “descuido”, triste y abandonada a su suerte, en
una de las tantas esquinas del pueblo. Se dice que en la bodega de los Ortiz.
Allí tuvo su primera cita, convirtiéndose Marcolina en la hetaria del pueblo de
Arenas. Todos: muchachos, jóvenes y viejos la cogían, muchas veces, bajo la
indiferente e indolente mirada de Nene y Tito, que veían cómo se la llevaban a
cualquier parte, y después de satisfechas sus ganas, la dejaban tirada en algún
recóndito lugar. ¡Cómo sufría la pobre!
Con
el correr de los meses sus cualidades, una por una, se fueron perdiendo, como
las viejas o viejos, que con los años pierden los dientes y se les deteriora la
piel. Como el rosal que se marchita en el otoño, pero esta vez, para no
florecer. Como perfume que se difuminó en el viento para más nunca volver. La edad de la vejez también es hermosa y
tiene su placer, pero no para Marcolina, que su prematura vejez se debía al
maltrato, al abuso y al descuido. Se llegó el tiempo, que perdió lo último que
le quedaba: la vergüenza. Todo parecía haber acabado para ella. Como todas las
cosas que suceden en la vida, tuvo su final.
¡Qué
diferencia!, ¡No tenía comparación!, ella apareció la primera vez tan radiante,
tan elegante, tan dotada y bellamente rústica, cuando el padre de Nene y Tito
se las regaló aquel día. Fue una hermosa bicicleta de reparto, full equipo, con
parrillera delantera y trasera, y luces incorporadas. Ahora de ella sólo
quedaba el cuadro pelado, lo único que Nene y Tito se dignaron a rescatar, para
luego dejarlo arrinconado en un lugar de su casa. Al parecer sus esperanzas se
habían perdido y… sucedió el milagro. Un famoso corredor de bicicletas llamado
Freddy, del pueblo de Río Arenas, se enamoró de lo único que se tenía bueno de
ella, porque era un cuadro de aluminio, y se los compró. Lo dotó de nuevos y
renovados trajes que ya no parecía Marcolina sino mas bien… ¿Marcolino? ¡No! Miss Marcolina por lo coqueta y bien
arreglada que quedó.
Con su alma transformada y un diestro y mejor
amante que la montara, regocijado vi, junto a mi hermano Nene, cómo conquistó
un hermoso trofeo, en la primera competencia de ciclismo que participó.
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